Empujó a su esposa al mar soñando con apoderarse de su fortuna junto con su amante…

Empujó a su esposa al mar, soñando con apoderarse de su fortuna junto con su amante… Pero tres años después sucedió algo que puso su vida patas arriba y se convirtió en una verdadera pesadilla…

Laura se quedó frente al espejo un buen rato, sin poder creer su suerte: hoy su marido la había invitado a un viaje romántico por mar. Esperaba que fuera una señal: que su relación se revitalizaría. En su corazón, brilló una chispa de esperanza de que todo pudiera empezar de nuevo.

Al llegar al muelle privado, Mark le ofreció la mano, y ella, confiada, subió al barco que se balanceaba. No notó los dedos tensos ni la mirada vacía de su esposo. Para ella, era una cita. Para él, una despedida.

Las copas tintinearon, la risa de Laura se mezcló con el graznido de las gaviotas. Habló del futuro, de los hijos, de su amor. Y él esperó el momento oportuno.

Y cuando Laura se acercó a la barandilla, extendiendo los brazos hacia el atardecer, un repentino empujón destrozó sus sueños. Un instante, y las frías olas la envolvieron. En sus oídos resonó su propio grito, tragado por el mar.

Nadie se dio cuenta… excepto la mujer en la orilla, observando con binoculares. Sonrió satisfecha y, marcando un número, dijo: «Todo salió perfecto, cariño».

😲Pero ni siquiera podían imaginar que tres años después su intriga cuidadosamente elaborada se convertiría en una pesadilla.

Tres años después, la vida de Mark con su nueva amante parecía tranquila: dinero en manos, una casa junto al mar, viajes… Pero entonces llegó el primer golpe.

Llegó una carta anónima en un hermoso sobre sin firma. Solo una frase: «No se ahogó». A Mark se le encogió el corazón. Arrugó el papel con tanta fuerza que se le pusieron los dedos blancos.

Desde ese día, todo fue cuesta abajo. Cada noche sentía que alguien lo observaba desde las sombras. Las llamadas silenciosas del otro lado lo volvían loco.

Su amante, Carla, al principio se rió, pero pronto ella también notó cosas extrañas: huellas en la arena cerca de la casa, una ventana abierta que no habían dejado así.

Empujó a su esposa al mar soñando con apoderarse de su fortuna junto con su amante…

Un mes después, Mark recibió otro mensaje. Esta vez, una fotografía: en ella, una mujer con un vestido, muy parecida a Laura, estaba en la orilla. El pie de foto decía: “He vuelto”.

Mark y Carla intentaron convencerse de que era una broma o una coincidencia. Pero Laura sabía cómo actuar con sutileza. No se apresuró a revelar su identidad abiertamente, sino que contactó en secreto a antiguos socios.

Al principio, fueron breves reuniones en cafés, luego negociaciones a puerta cerrada. Les pidió que la ayudaran a recuperar el control de la empresa, prometiéndoles una participación en el futuro.

Con la ayuda de sus antiguos aliados, Laura fue arruinando poco a poco los negocios de Mark: acuerdos fracasaron, personas de confianza se marcharon, los contratos perdieron su vigencia. Cada acción parecía un accidente, pero en realidad destruía su posición.

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Cuando Mark y Carla se quedaron prácticamente sin nada, Laura compareció públicamente. Presentó documentos, pruebas y testigos: todo lo sucedido era su plan.

Ella declaró que fue Mark quien organizó el atentado contra su vida y presentó una demanda contra él.

Mark y Carla se dieron cuenta de que toda su paz había sido una ilusión. Su vida se convirtió en una pesadilla pública: investigaciones, juicios, pérdida de reputación.

Laura, de pie al mando de su compañía, se limitó a sonreír en silencio: la venganza estaba completa y la justicia había triunfado en sus términos.

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