
El ejército de Nepal impone un día de toque de queda después de que manifestantes de la Generación Z incendiaran edificios gubernamentales.
Cuando las imágenes de las calles vacías de Katmandú aparecieron en los medios internacionales esta semana, muchos quedaron atónitos ante la magnitud de la crisis que azota a Nepal. Soldados vigilaban las intersecciones, helicópteros sobrevolaban los tejados y familias observaban nerviosas desde sus casas cerradas. Por primera vez en años, el ejército nepalí impuso un toque de queda indefinido en la capital, una respuesta drástica a días de protestas que habían azotado al país.
Lo que comenzó como frustración por el cierre de las populares redes sociales ordenado por el gobierno se convirtió rápidamente en uno de los mayores levantamientos públicos de la historia reciente del país. Decenas de miles de personas, muchas de ellas jóvenes y desempleadas, marcharon a las calles exigiendo rendición de cuentas, transparencia y cambio. Las manifestaciones pronto se convirtieron en un movimiento a gran escala que sacudió los cimientos de la clase política de Nepal.
La prohibición de las redes sociales que encendió la mecha

El detonante de las protestas fue la decisión del gobierno de restringir el acceso a 26 plataformas de redes sociales. Las autoridades argumentaron que estas plataformas no cumplían con los requisitos de registro locales. Sin embargo, los críticos interpretaron la medida como un intento apenas disimulado de controlar la libertad de expresión en línea.
Aplicaciones populares como Facebook, Instagram y WhatsApp dejaron de funcionar repentinamente. Para los jóvenes nepaleses, expertos en tecnología, muchos de los cuales dependen de estas plataformas no solo para comunicarse, sino también para trabajar, entretenerse y conectar globalmente, la prohibición se sintió personal. La indignación se extendió rápidamente.
Para el fin de semana, estudiantes universitarios, jóvenes trabajadores y activistas inundaron las plazas de las ciudades, coreando consignas y portando pancartas escritas a mano. En línea, donde plataformas como TikTok y Viber, que seguían siendo accesibles, se convirtieron en puntos de encuentro, los videos de protesta circularon ampliamente, lo que impulsó aún más la protesta.
El descontento juvenil y las raíces de la ira
Aunque el detonante inmediato fue la prohibición, las manifestaciones rápidamente despertaron frustraciones más profundas que habían estado latentes durante años.
El desempleo se ha mantenido persistentemente alto en Nepal. Según datos del Banco Mundial, casi uno de cada cinco jóvenes estaba desempleado en 2024. Ante las limitadas oportunidades en su país, se estima que 2.000 nepalíes abandonan el país cada día para buscar trabajo en el extranjero, principalmente en Oriente Medio o el Sudeste Asiático.
Al mismo tiempo, la generación más joven se ha vuelto cada vez más expresiva sobre la desigualdad. Muchos se sienten desanimados por los privilegios visibles de los que disfrutan los hijos de líderes políticos, a menudo llamados “niños nepo”. Estos individuos aparecen en redes sociales haciendo alarde de estilos de vida lujosos, mientras que la juventud común lucha por asegurar sustento básico.
El contraste entre privilegio y dificultades se convirtió en un punto de reunión para los manifestantes, que acusaron a los líderes de descuidar su deber de brindar un futuro más justo.
Escalada en la capital

A medida que avanzaba la semana, las protestas se intensificaron. Multitudes aumentaron en Katmandú y otras ciudades, bloqueando carreteras principales, concentrándose cerca de oficinas gubernamentales y exigiendo un cambio de liderazgo.
Inicialmente, la policía intentó dispersar las concentraciones, pero la magnitud de los disturbios la abrumó rápidamente. El gobierno recurrió entonces al ejército, una institución que rara vez se moviliza en asuntos civiles. Se desplegaron tropas armadas por toda la ciudad, estableciendo puestos de control y ordenando a los residentes permanecer en sus casas durante el toque de queda.
Helicópteros transportaron a funcionarios clave a lugares seguros, lo que subrayó la gravedad de la crisis. Sin embargo, a pesar de estas medidas, miles de manifestantes continuaron congregándose, coreando consignas y ondeando pancartas que exigían el fin de la corrupción y que los líderes escucharan la voz de la gente común.
Consecuencias políticas: un primer ministro dimite

La creciente ola de descontento pronto llegó al corazón del gobierno. El primer ministro K.P. Sharma Oli, ante las crecientes críticas y la pérdida de autoridad, anunció su dimisión.
Si bien su salida fue significativa, no logró calmar las calles. Muchos manifestantes la interpretaron como un gesto simbólico, más que como una solución genuina. El presidente, Ram Chandra Poudel, aceptó la renuncia y le pidió a Oli que permaneciera como presidente interino hasta que se formara un nuevo gobierno. Sin embargo, la incertidumbre sobre el liderazgo solo profundizó la sensación de inestabilidad.
Los disturbios en las cárceles aumentan la tensión

En un giro inusual, los disturbios trascendieron las protestas callejeras y se extendieron al sistema penitenciario del país. Surgieron informes de presos que intentaban dominar a los guardias en la principal cárcel de Katmandú. Posteriormente, las autoridades trasladaron a muchos detenidos a otras instalaciones para evitar más disturbios.
Este episodio puso aún más de relieve la fragilidad de la situación. Para los observadores, subrayó que la crisis ya no se limitaba a la política o la regulación digital, sino a preocupaciones más amplias en materia de gobernanza, ley y orden.
¿Regulación o censura?
En el centro del debate hay una pregunta fundamental: ¿la decisión del gobierno de regular las redes sociales fue un intento legítimo de rendición de cuentas o un esfuerzo por silenciar las críticas?
El proyecto de ley propuesto por los legisladores exigía a las plataformas internacionales establecer una oficina local o designar un enlace en Nepal, con el objetivo declarado de garantizar el cumplimiento de las leyes nacionales. Los partidarios argumentaron que esto aumentaría la responsabilidad y la rendición de cuentas de las redes sociales.
Sin embargo, los opositores lo consideraron una forma velada de censura. Los grupos de derechos humanos argumentaron que corría el riesgo de limitar la libertad de expresión y castigar la disidencia. Muchos temían que sentara un precedente para mayores restricciones al debate público.
En la práctica, el requisito de registro afectó a casi dos docenas de redes populares. Si bien plataformas como TikTok y Viber cumplieron y continuaron operando, otras permanecieron bloqueadas. La prohibición se levantó brevemente bajo presión, pero para entonces las protestas habían cobrado vida propia.
El papel de la Generación Z

Una característica notable del movimiento ha sido el papel visible de la Generación Z. Este grupo demográfico, a menudo caracterizado por su fluidez digital y su perspectiva global, se ha convertido en la fuerza impulsora detrás de las manifestaciones.
Los jóvenes nepaleses expresaron que no solo protestaban contra la prohibición de las redes sociales, sino que también reivindicaban su derecho a expresarse para forjar el futuro del país. Con el alto desempleo y la emigración que agota el talento local, muchos sienten que su generación se está quedando sin oportunidades ni reconocimiento.
Las protestas, por lo tanto, se convirtieron en algo más que una reacción: se convirtieron en una declaración sobre la identidad, el empoderamiento y la frustración con el status quo.
Atención y preocupaciones internacionales
La magnitud de las protestas ha atraído la atención internacional. Observadores de todo el mundo observan atentamente cómo Nepal gestiona su crisis actual. Organizaciones de derechos humanos han instado al gobierno a respetar el derecho de reunión pacífica, al tiempo que piden a los manifestantes que eviten la confrontación.
Los vecinos de Nepal, India y China, también han seguido de cerca la evolución de los acontecimientos, conscientes de la ubicación estratégica del país y su delicado equilibrio político. Ambos países mantienen fuertes vínculos económicos y culturales con Nepal, y la estabilidad en Katmandú se considera fundamental para la armonía regional.
Buscando un camino a seguir

El futuro de Nepal sigue siendo incierto. La renuncia del primer ministro ha creado un vacío en la cúpula, pero aún no ha surgido un sucesor claro. Mientras tanto, los manifestantes siguen ocupando espacios públicos, insistiendo en que los cambios superficiales no son suficientes.
El presidente Poudel ha instado a la calma, instando a la ciudadanía a encontrar una solución pacífica y evitar una escalada. Sin embargo, cerrar la brecha entre una juventud frustrada y una élite política asediada requerirá más que discursos.
Las principales demandas incluyen reformas genuinas contra la corrupción, mayor creación de empleo y garantías de protección de la libertad de expresión. Si no se abordan estos problemas, los analistas sugieren que las protestas podrían continuar.
Lecciones de la crisis de Nepal
Los acontecimientos que se están desarrollando en Nepal ponen de relieve el importante papel que desempeñan las plataformas digitales en la sociedad. Para muchos jóvenes, el acceso a las redes sociales va más allá del entretenimiento; está vinculado a la comunidad, la carrera profesional y la voz. Restringir estas plataformas, incluso temporalmente, puede parecer una restricción de la identidad misma.
Al mismo tiempo, las protestas reflejan desafíos estructurales más profundos —la disparidad económica, el alto desempleo y la percepción de corrupción— que van mucho más allá de la tecnología. Abordarlos requiere un compromiso a largo plazo por parte de los líderes, junto con una interacción significativa con los mismos ciudadanos que ahora llenan las calles.
Conclusión: Un punto de inflexión para Nepal
Mientras Katmandú se encuentra bajo toque de queda, el país se encuentra en una encrucijada. El intento inicial del gobierno de regular las redes sociales ha expuesto cuestiones mucho más importantes sobre la representación, la equidad y las aspiraciones de una nueva generación.
La trayectoria del país en los próximos años dependerá de si los dirigentes de Nepal deciden responder con reformas y diálogo o con más restricciones.
Por ahora, las imágenes de calles vacías, custodiadas por soldados, siguen siendo un duro recordatorio del frágil equilibrio entre la autoridad y la voz pública. Lo que comenzó como una decisión política digital se ha convertido en un ajuste de cuentas nacional que podría redefinir el panorama político de Nepal durante las próximas décadas.
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