
Cyd Charisse podía hacerlo todo: cantar, actuar y bailar como una diosa.
¿Y sus piernas? Absolutamente legendarias.
Fue un símbolo de gracia, elegancia y puro arte físico durante la época dorada de Hollywood.
Una niña delgada y enfermiza
Mujeres como Cyd Charisse siempre serán recordadas por su legado a la gran pantalla. Con el fallecimiento de actores y actrices de esa época dorada, es una experiencia agridulce, porque esa época realmente demostró un nivel de talento que quizá nunca volvamos a ver.
La belleza de Texas encarnaba la clase pura: una verdadera dama, elegante, amable y naturalmente hermosa.
Con sus piernas largas y esculpidas, su mirada cautivadora y su dominio natural de la pista de baile, Cyd Charisse se ganó su lugar entre los mejores bailarines de Hollywood, hombro con hombro con leyendas como Fred Astaire y Gene Kelly.
Sin embargo, su camino hacia el estrellato no fue nada fácil, y la historia de su vida es tan cautivadora como los papeles que interpretó en la pantalla.

Nacida como Tula Ellice Finklea el 8 de marzo de 1922 en Amarillo, Texas, Charisse enfrentó adversidades desde temprana edad y fue una niña enfermiza. Su apodo, “Sid”, provenía de su hermano mayor, quien tenía dificultades para pronunciar “Sis”. Más tarde, el productor Arthur Freed lo adaptó a la ortografía que conocemos hoy: “Cyd”.
Después de que un ataque de polio la dejara frágil cuando era niña, los padres de Cyd la inscribieron en clases de ballet para ayudar a fortalecer su cuerpo.
“Estaba delgada y me pareció una buena manera de hacerme engordar”, dijo.
La terapia despertó en ella una pasión que durará toda su vida, moldeando la trayectoria de su futuro.
Dentro de su pantalla el magnetismo
En su adolescencia, el talento de Tula ya había llamado la atención de los mejores instructores de danza. Se mudó a Los Ángeles para estudiar con Adolph Bolm y posteriormente se formó en Londres y París, perfeccionando su técnica en prestigiosas escuelas de ballet. Durante este tiempo, experimentó con nombres artísticos: primero adoptó “Felia Sidorova” para enfatizar su personalidad de ballet ruso, y finalmente se decidió por “Cyd Charisse”, combinando su apodo de la infancia con su apellido de casada.
Los primeros pasos de Charisse en el cine se dieron a través de la danza, más que del diálogo. Apareció, sin aparecer en los créditos, como bailarina de ballet en Something to Shout About (1943) y continuó interpretando pequeños papeles como bailarina de fondo. Pero su porte, belleza y magnetismo cinematográfico no pasaron desapercibidos.

MGM reconoció su potencial y la contrató en una época en la que los estudios buscaban sus propias estrellas de la danza. Aunque inicialmente participó en películas menores, acaparó la atención al bailar junto a Gene Kelly en Ziegfeld Follies (1945). Incluso en un papel breve, sus movimientos fluidos y su química natural con Kelly llamaron la atención.
Su momento decisivo llegó en Cantando bajo la lluvia (1952). Aunque no pronunció ni una sola línea, su actuación en la secuencia de “Melodía de Broadway”, con un vestido verde brillante, su cabello oscuro al viento y unas piernas aparentemente infinitas, se convirtió en una de las escenas más icónicas del cine musical.
¿Fred Astaire o Gene Kelly?
Charisse solía expresar que el movimiento le permitía transmitir emociones mejor que las palabras. Medía 1,68 m, pero con tacones y medias largas, parecía escultural, moviéndose con una elegancia notable. Sus rasgos impecables y su brillante cabello negro no hacían más que acrecentar su aura de perfección.
Su colaboración con Fred Astaire en The Band Wagon (1953) ejemplificó esta filosofía. Su secuencia “Bailando en la oscuridad” mostró su perfecta combinación de sutileza, romance y precisión técnica, lo que le valió a Astaire elogios como “una hermosa dinamita”.

A diferencia de muchos bailarines que se basaban únicamente en la velocidad o la técnica, Charisse fusionó la elegancia del ballet con la expresividad dramática. Su dominio de los estilos de danza jazz, moderna y clásica la hizo versátil. Y cuando le preguntaron si disfrutaba más bailando con Fred Astaire o Gene Kelly, Cyd Charisse respondió:
Diría que fueron las dos figuras más destacadas del baile que jamás han aparecido en la gran pantalla. Cada una tiene un estilo único y es un placer trabajar con ellas. Pero es como comparar peras con manzanas: ambas son igual de maravillosas.
Cyd Charisse esposo
Fuera de la pantalla, era conocida por su profesionalismo y discreción, manteniéndose alejada del infame ambiente festivo de Hollywood. Su enfoque en la técnica le valió un inmenso respeto tanto de colegas como de coreógrafos.
A medida que la época dorada de los musicales cinematográficos llegaba a su fin en la década de 1960, Charisse se dedicó a la televisión y al teatro, apareciendo como invitada en espectáculos de variedades y protagonizando producciones de Broadway como Grand Hotel en la década de 1990. También realizó una gira con su esposo en un espectáculo en un club nocturno, demostrando que su gracia y habilidad podían cautivar al público hasta bien entrada la setentena.

Sus contribuciones fueron reconocidas formalmente cuando recibió la Medalla Nacional de las Artes en 2006 del presidente George W. Bush, junto con un doctorado honorario de la Escuela de Artes de la Universidad de Carolina del Norte.
Cyd Charisse se casó con el cantante Tony Martin en 1948, un matrimonio que duró más de seis décadas hasta su fallecimiento. Se conocieron al más puro estilo Hollywood.
“Bueno, él tenía un agente, Nat Goldstone, y yo también. Nat me presentó a Tony, y casualmente había una película extranjera popular en cartelera en la ciudad que todos estaban deseando ver. Me invitó a ir con él, y así fue como empezamos a salir”, compartió Cyd en una entrevista con la Academia de Televisión.
Cuando la tragedia golpeó
Juntos tuvieron un hijo, y Charisse también tuvo un hijo de un matrimonio anterior. A pesar de su imagen glamurosa, su vida personal se mantuvo mayormente privada, estable y libre de escándalos, una hazaña poco común en Hollywood.
Pero la tragedia golpeó a la familia de Cyd Charisse el 25 de mayo de 1979, el comienzo del fin de semana del Día de los Caídos, cuando el vuelo 191 de American Airlines se estrelló en las afueras de Chicago.
El vuelo, con destino de O’Hare a Los Ángeles, perdió un motor poco después del despegue y se precipitó en un parque de casas rodantes suburbano en Des Plaines, Illinois, matando a los 258 pasajeros, 13 miembros de la tripulación y dos personas en tierra.
Entre las víctimas se encontraba Sheila Charisse, la esposa de 36 años de Nico Charisse, hijo de Cyd de su primer matrimonio.

El accidente fue el desastre aéreo civil más mortífero en la historia de Estados Unidos antes del 11-S y quebrantó la confianza de los pasajeros en el DC-10. El avión pronto quedó relegado al servicio de carga, donde aún opera tanto a nivel nacional como internacional. Hoy, el único monumento conmemorativo a las 273 vidas perdidas es una pancarta desgastada cerca del lugar del accidente, un silencioso recordatorio de aquel día devastador.
Nico Charisse, el esposo de Sheila, tuvo una crianza hollywoodense única. Hijo de Cyd Charisse y su primer esposo, Nico Charisse Sr., un profesor de baile mucho mayor que él, Nico Jr. fue prácticamente adoptado por Tony Martin tras su matrimonio con Cyd en 1948. Con un nuevo medio hermano, Tony Martin Jr., y unos padres cariñosos y sanos, Nico Jr. creció en un hogar hollywoodense estable y sin dramas, algo poco común en la industria.
A finales de los años 60, Nico conoció a Sheila Marie Snodgrass. Se casaron y la vida parecía prometedora. Nico acababa de ser admitido en el Colegio de Abogados de California en 1977 y estaba comenzando su carrera como abogado. Pero tan solo dos años después, el mundo de la familia se hizo añicos cuando Sheila falleció en el accidente del vuelo 191.
El desastre no sólo se cobró vidas, sino que también dejó una marca indeleble en Cyd Charisse y su familia: un desgarrador recordatorio de que incluso aquellos rodeados por el glamour de Hollywood no se salvan de la tragedia.
Causa de la muerte de Cyd Charisse
Cyd Charisse falleció el 17 de junio de 2008, a los 86 años, tras un ataque cardíaco.
Si bien su fallecimiento marcó el final de una era, su influencia continúa inspirando a bailarines y artistas de todo el mundo.
Su legado va más allá de las películas que protagonizó: redefinió lo que significaba ser bailarina en Hollywood. Nunca fue solo una figura secundaria; a menudo se convirtió en el centro emocional y visual de sus películas, combinando atletismo, gracia y expresividad artística.
Décadas después, tanto el público como la crítica todavía se maravillan de sus actuaciones.

Ya sea por la sensual confianza que irradiaba en Cantando bajo la lluvia o por la romántica sofisticación de The Band Wagon , Cyd Charisse sigue siendo un ícono imperecedero: una artista cuyo lenguaje era el movimiento y cuyo legado sigue vigente. Comparte esta historia para honrarla.
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