

Durante la boda, la novia de repente susurró que algo se movía debajo de su vestido: levantamos con cuidado el pesado vestido y vimos algo aterrador allí.
Durante la ceremonia, todos los invitados se lo pasaron genial: bailes, risas, el tintineo de copas y gritos de alegría llenaron el salón. Parecía que el día era perfecto, el momento soñado de toda la vida. Tomé la mano de la novia, nos sentamos uno al lado del otro y vimos bailar a los invitados.
Y de repente, en medio de toda esta diversión, la novia inesperadamente se inclinó hacia mí y susurró en voz baja:
– Algo se mueve debajo de mi vestido.
Ni siquiera entendí al instante lo que dijo. La miré y me reí, pensando que era otra broma suya para aliviar un poco la tensión.
—¿Qué, cariño? ¿Tus piernas? —bromeé, e incluso me reí a carcajadas, atrayendo la atención de mis vecinos de mesa.
Pero la risa desapareció rápidamente de mi rostro. La novia me miró tan seria, con una mirada tan ansiosa, que me sentí incómodo.
—No bromeo. Hay algo ahí y tengo mucho miedo —dijo en voz baja y me apretó la mano suavemente.
Intenté calmarla:
Quizás estés cansado. Quizás sea solo mi imaginación…
—No —me interrumpió—. Definitivamente lo siento. Hay algo ahí. Y se mueve.
Me quedé paralizada, sin saber cómo reaccionar. Pero en ese momento me di cuenta de que tenía que comprobarlo. Con cuidado, ayudé a levantar el pesado vestido de varias capas, y lo que vimos allí nos impactó de verdad.

Justo debajo de la capa de tela, entre el tul y el encaje, se retorcía una pequeña serpiente. Era evidente que no iba a atacar; lo más probable es que se hubiera colado por accidente, quizá con las flores o mientras se preparaba el vestido para la ceremonia.
La novia gritó y se sobresaltó, pero logré sujetarla para que no se cayera. Los invitados notaron el alboroto y varios corrieron hacia ella.
En ese momento, la serpiente, como si se diera cuenta de que la habían notado, salió rápidamente y, arrastrándose por el suelo, se dirigió directamente a la puerta del pasillo.
La música se apagó, las risas cesaron, todos observaron con sorpresa y miedo como el pequeño invitado “abandonó” la boda.

Por suerte, había una persona entre los presentes que entendía de serpientes. Tranquilizó a todos y explicó que era una serpiente pequeña e inofensiva que había acabado allí accidentalmente y no representaba ninguna amenaza.
Pero esto no le facilitó las cosas a la novia: pasó otra hora recuperando la consciencia, temblando y negándose a continuar la celebración. Al final, decidió cambiar: se quitó el vestido de novia y se puso unos pantalones cómodos.
A partir de ese día, mi esposa desarrolló un nuevo hábito: revisar cada rincón y tener siempre cuidado con las faldas largas.
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